viernes, 29 de junio de 2007

La despedida


El hombre mudo se ha fijado en la mujer de los ojos negros. Todos los días se ven a la misma hora en el vagón del metro, cuando van a trabajar.
Al principio, en cuanto ella mira, el hombre mudo baja momentáneamente la vista para que no piense que es un descarado. A la mujer de los ojos negros le gustaría que alguien le dijese que la quiere. Los hombres enseguida le dicen que sus ojos negros son muy bonitos, pero sólo tienen una idea fija, llevársela a la cama. Desearía pensar que él fuera distinto de los otros. Parece tan tímido y tan misterioso.
Después de muchos días mirándose, la mujer de los ojos negros decide ponerse especialmente sexy para ver si se lanza a decirle algo. El hombre mudo la mira con pasión, pero nada más. Entonces la mujer de los ojos negros resuelve tomar la iniciativa y le saluda. Pero para el hombre mudo dar una contestación a su saludo no es suficiente. Él aspira a algo más. No va a conformarse con un vulgar saludo. El hombre mudo quisiera decirle que la quiere, pero no puede. La mujer de los ojos negros queda muy decepcionada al no responder a su saludo.
Desde ese momento desaparece el hechizo. El hombre mudo sabe que la ha perdido, lo sabía de antes. Ha sido la despedida definitiva y el hombre mudo ya no volverá a ver a la mujer de los ojos negros.



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martes, 5 de junio de 2007

La fuerza de inercia

Le habría gustado llamarse Duke, como Duke Ellington, el pianista, claro que él era negro, pero ¿acaso eso importaba?. Con ese nombre podría haber llegado a cualquier sitio, o eso le parecía a él. Sólo habría sido cuestión de proponérselo.
Cuando pisó a fondo el acelerador de su Chevrolet, el coche no respondía. Pronto fue perdiendo fuerza hasta quedarse completamente parado. Era lunes, 8:45 de la mañana en la carretera con más circulación de entrada a la ciudad y allí estaba, completamente parado.
Miró por el retrovisor al coche de atrás. El conductor parecía estar a punto de perder la paciencia, llegaría tarde al trabajo,llegaré tarde al trabajo- pensó. Enseguida le empezaron a pitar. Sacó el brazo por la ventanilla y con la mano indicó que le adelantasen, después se quedó tranquilo, mirando.

- ¡Hay que echar gasolina! - gritó el hombre al pasar.

- ¿La gasolina?, claro- pensó

Subió la ventanilla hasta el tope y cogió el paquete de cigarrillos aplastados que guardaba en la guantera. Dio una calada y echó el humo lentamente inclinando la cabeza hacia atrás.
La gasolina- repitió- A tomar por culo la gasolina.

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