jueves, 8 de marzo de 2007

¡Y un comino!


M
arta leía.
En su cubículo de metal acristalado al borde de una carretera de esas que llegan al fin del mundo, Marta se perdía en el ensueño de Claudia Maria Ortega por el amor de Ricardo Alfredo Sanchez, al que ponía cara con el último famosete de la tele y por el que fantaseaba tener una noche de sexo, con dedos juguetones perdiendose por su cuello al despertar.

Poco le importaba que no pasara nadie. Que desde que se había inaugurado tres años atrás, solo el alcalde (que evidentemente no pagaba) fuera el único al que Marta levantara la barrera. Y es que eso de trabajar en la única comarcal con peaje tenía su importancia, no se vayan ustedes a pensar lo contrario.


Por eso cuando intuyó el reflejo de un lejano coche en el carmín de Claudia a punto de besar a su amado, Marta frunció el ceño y levantó lentamente la mirada para no asustar a su galán, al mismo tiempo que una chicharra dejaba de cantar, anunciando un descenso perceptible de la temperatura en aquel tórrido día de verano.
No era el alcalde. Estaba segura. Y eso la ponía más furiosa. ¿Quien se atrevía a sacarla del mejor momento del día? Del año ¡De su vida!

Esperaba y tenía el convencimiento de ver dar media vuelta al intruso al percatarse de su error. ¿Quien en su sano juicio iba a pagar por recorrer una carretera que llevaba al mismo sitio que una nacional paralela a esta, dos kilómetros más allá? Pero no. Un capó negro dejó paso a una ventanilla bajarse, y un alzacuellos saludar a un cubo con mujer incorporada.

- ¡Buenos días, señorita! Hace un día estupendo hoy ¿no es verdad?

Balas cruzaban el coche acribillándolo, cual mafioso de película.

- Son... -Marta se quedó perpleja. ¡No se acordaba cuanto era!- Dos con quince - improvisó, antes de romper su cruel barrera helada)

- Realmente hace uno de esos días en los que apetece un buen gazpacho. - dijo el cura mientras cruzaba sus gruesos brazos y se reacomodaba en su sillón.

Ricardo Alfredo empezaba a preguntarse impaciente, si era una buena idea besar a Claudia María.

- Dos con quince, señor. - cacareó la funcionaria.

- ¿Sabe si en este pueblo tienen buen comino? Para la elaboración de un buen gazpacho es fundamental el comino. Ya sabe hija, las cosas pequeñas son las que constituyen la sal de la vida. Sé que es muy dificil encontrar un buen comino hoy en día. Sobretodo con los añadidos químicos y edulcorantes que se ponen en la actualidad. Y es que ya hay muy pocas cosas auténticas. Aunque las oportunidades, bien cierto es, ahora se presentan más de una vez en la vida. No todo tenía que ser malo ¿verdad? Cuando yo era pequeño supe qué camino elegir. Pastor. Pero no de hombres, como soy ahora, sino de ovejas. Pero ya ve usted, la vida te coloca donde no se merece, aunque francamente es una ventaja trabajar solo los Domingos. ¡Si es que se le puede llamar trabajar a lo que hago! En fin, que creo que ya sé lo que buscaba. Buenos días tenga usted, hija.

Y una ventanilla con capó, dieron paso a un maletero que volvieron por donde habían venido sin cruzar ni barrera, ni Marta, ni los lábios de Claudia. Y así como cuando te sientes vacio, debido a una culpabilidad que nunca tuviste se quedó Marta absorta y olvidada de su gran amor y del beso que llevaba esperando todo un año. Toda una vida.
La chicharra cantó. Ricardo Alfredo había preferido buscar los besos del dinero en vez de esperar a la indecisa Claudia, cuyos lábios besaron el polvo que se levantó al cerrar el libro.
Marta frenó. Contuvo la respiración más allá de lo aconsejado por el sentido común. Miró de nuevo la portada, pareció sopesar los pros y los contras. Observó a ambos lados de la carretera y con las prisas del culpable, cerró la garita, echó la llave y una vez dentro del cubo, acomodada, bajo una luz fríamente anaranjada, aunque afuera hiciera un día radiante y no sabiéndolo, perdiera su oportunidad de poner un comino en su ignorada vida, abrió la primera página y tomó de nuevo su pequeña gran droga, poniendo todo su empeño en ser despertada por unos dedos cariñosos en su cuello. Solo cosquillas que la hicieran despertar. Sola y solamente buscaba eso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por ponerlo, me hizo mucha gracia cuando lo escuché la primera vez.