jueves, 15 de marzo de 2007

I love you, I kill you.


T
ac-Tac-Tac, precisas palabras que matarán. El eco en la lejanía de las oscuras paredes invisibles no serán motivo de arrepentimiento.
Pedro a la sombra de la pantalla de su monitor como único testigo, saca partido a sus horas extra cometiendo un asesinato largamente planificado y ensayado.
Pedro escribe en su ordenador. Es una carta personal.
Se que les gustaría leerla. Lo se. No conocen a Pedro y se dicen que para nada les importa la vida de esta persona, pero ¿cuantos en las cercanías de un precipicio no han sucumbido al deseo de echar un pequeño vistazo a sus profundidades?.
Acérquense pues. Nadie les pillará.

El día en el que al fin alcancé el valor suficiente para besarte, con una mano sujetando las tuyas para evitar el tortazo, y con la otra cogiendo el corazón y así no desfallecer en el valor, dejé de amarte.
No sabes la cantidad de veces que soñé con ese momento. La de oportunidades que encontré y que no saqué de mi valentía inexistente y perdida. La de justificaciones inútiles que transformaban todas mis acciones en correctas, que me permitían dormir con la consciencia tranquila cuando mi alma deseaba lo contrario y dejaban mi corazón maltrecho.
Pero en el fondo no quería besarte, acariciarte ni hacerte el amor. Solo buscaba el deseo insatisfecho. La pena constante, el dolor de lo no cumplido. El anhelo de focalizar mi desesperación en otro problema que no fuera yo mismo. El de olvidarme. Por que en realidad no te amaba sino que simplemente me odiaba y no lograba encontrarme.

Por eso, cuando en realidad, te dí lo que buscabas, cediste. Querías mi arrojo y valentía en aquella tarde después de haberme rechazado con tus eternas dudas. Pruebas inconscientes a tu caballero sobre su verde corcel, para hacerle digno de tu sagrado tesoro. Pero yo perdí mi seudo-problema. Mi tapadera. Mi superficial angustia y renació la verdadera. Mi yo.

Desde ese momento no solo dejé de amarte, sino que te odié, buscando que me dejaras, para perderme de nuevo en el olvido y reencontrar tu amor. Jamás lo logré y ahora a los 57 años y con nuestro hijo de por medio, creo que es un absurdo, y que ha llegado el momento de enfrentarme con mi problema y marcharme de tu lado.

un beso. Me odio. Te amo.

Pedro, tocó la tecla de envio con su dedo. Solo tenía que oprimirla. Repasó otra vez la carta. No sabía por qué lo hacía. Era lo suficientemente destructora como para provocar un vuelco en su vida y así alcanzar su proposito. Quitar el primer ladrillo en la rehabilitación de su nueva vida. Aunque tenía la duda de que Ana no reaccionara y no le abandonara con lo dicho. Pedro sabía que todo esto, Ana, ya se lo intuía. No habia permanecido con él 30 por el recuerdo de la acidez de aquel beso. Necesitaba a Pedro para no sentirse sola, y ya no tenía ganas de buscar más. Sus femeninas quejas y dulces cuchilladas verbales eran algo que habían construido una forma de vida y Pedro sabía que no podía vivir de otra manera.
En definitiva la tenía cariño, o eso creía.
El dedo tocaba y acariciaba el "enter". Hacía círculos palpándolo con la yema y la uña. Bailaba un tango sensual con la tecla, Uno de esos bailes que pueden romper una relación de años sin haber nada más.
Miró el teléfono. Tuvo una sensación extraña. Sonó

- ¿Si?
- Soy yo, Ana. ¿Sabes que la factura de la luz de este mes ha subido? Esto no puede continuar así. Tenemos que hacer algo.
- Ya estoy terminando cariño. En una hora estaré allí cielo.

El dedo se levanta y cambia de pareja. Flirtea con el botón de apagado.

- Tiene un mensaje por enviar. ¿Desea descartarlo?

¿Enviar? ¿Cancelar?

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