martes, 23 de enero de 2007

El Príncipe y el Dragón

Él era el príncipe definitivo,
el que había encontrado tras besar muchas ranas,
el que elegí quizás por cansancio, al ponerme las lentes de no ver,
para negar la realidad y quedarme con lo que había soñado.

En cuanto le descubrí, desplegué todos los encantos de mujer descomplicada,
fui más silenciosa que una anacoreta,
más complaciente que una prostituta,
borré el No del diccionario
y serví el café con leche como una geisha disciplinada.

Hasta que un día el dragón interior me poseyó,
se le inflamaron las fauces,
y del fuego de hasta aquí hemos llegado,
nació un no me da la gana como un castillo.

A partir de entonces me negué a ser amordazada,
a estar poseída por el deseo de otro,
o a ser una simple muñeca manipulada.

Entró a saco el Terminator que desplazó a la Barbie,
emergió un ser altamente respetable que expresó sus opiniones,
y que en vez de tomar pastillas para dormir,
empezó a tomar decisiones.

FS.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un increíble primer párrafo...el que elegí quizás por cansancio.
Y no te pregunté: El ensayo sobre la felicidad era tuyo? si es un sí es digno de colgar en el blog, sería una pena que tus desvaríos se quedasen perdidos entre el resto de e-mails, no crees?*