miércoles, 31 de enero de 2007

Mujeres

Siempre le había gustado que la llamasen Lola pero desde hacía ya años que todo el mundo la llamaba Dolores. Ya no recuerda cuando se produjo el cambio pero ahora Lola sólo le recuerda a sus años de juventud, cuando estudiaba, cuando tenía aquella preciosa melena que tanto tiempo dedicaba a cuidar. Lola era alegre, algo tonta, inocente y muy feliz. Se casó y tuvo una niña y Lola seguía siendo Lola hasta que un día su marido murió, de repente pero murió y Lola poco a poco dejó de ser alegre, poco a poco dejó de ser inocente y así de repente dejó de ser feliz.

Y Dolores se levanta todas las mañanas de la cama con aquel huequito vacío y se viste, prepara el desayuno a su hija y la sonríe porque ella es lo único que le queda. Coge las llaves y con un gran suspiro sale a la calle, un suspiro para coger fuerzas. Allí está el atasco, el humo, el claxon de los coches, la gente que va de un lado a otro, pero a Dolores todavía le quedan fuerzas del suspiro.

Llega a la oficina y vienen las quejas, y Dolores que no cae bien y ella lo sabe. Sabe que nadie contesta a sus buenos días y que la gente siempre habla cuando ella da la espalda. Sabe que siempre toma el café sóla, que su pelo ya no es liso y que su ceño siempre anda fruncido.

Porque es verdad que era impertinente, que tardaba en contestar, pero es que Dolores siempre andaba buscando su trocito de suspiro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

★dejamecontarte Is this you? … :)!

Anónimo dijo...

Un poco mío y ahora un poco vuetro*

Anónimo dijo...

Según Vila-Matas:
"Quizás la mayor preparación para sobrellevar la vida fuera aprender el arte de romper con todo lo que nos resulta atractivo o nos parece imprescindible...convertirse en un perito de las despedidas. "