Olvidar: dejar de tener en la memoria algo o a alguien; dejar de tenerle afecto; no tenerle en cuenta.
Cierro los ojos, la nariz y la boca. Tapono todos los agujeros que encuentro en mi cuerpo, hasta los poros. Me convierto en una fortaleza, el único inconveniente es que la bomba está dentro. Construyo unos muros tan gruesos que el estallido no pueda derribarlos, la pólvora explota dentro y rebota contra ellos. Todo arde y cuando ya sólo quedan cenizas comienzo el inventario. Ni un solo recuerdo, ni su sonrisa, ni su mirada, ni siquiera su nombre. No queda nada, sólo un solar devastado.
Y ahora puedo seguir con mi vida como si nada hubiera pasado, y me levanto por las mañanas diciendo qué tal cariño, y no siento nada, ni angustia, ni pena, ni fuerza, ni vida y orgulloso me afeito con la seguridad de que ya no hay peligro, porque ahora, yo también estoy muerto.
3 comentarios:
Un poco de melancolía tampoco viene mal. Gracias por colgarlo en el blog (me recuerda a otro cuento tuyo)
Chulísimo. Triste. Mucho, pero real.
El próximo uno sobre peter-pan.
¿Que tendrá el desamor que resulta tan inspirador? Me encanta.
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