viernes, 19 de enero de 2007

Viaje imperfecto

Hace calor. Siento mi piel húmeda bajo el jersey y miro hacia el suelo porque me intimidan los ojos de la gente que hay a mi alrededor. Pienso en la puntera de mis botas, en su elegancia afilada, y así pasan los minutos. Todo se para, nos paramos. Unos salen, otros entran y nuevas miradas se clavan en mí. Un hombre con rasgos eslavos toca el acordeón. Frente a él, un niño negro lo contempla admirado. Los dedos del hombre acarician el instrumento produciendo melodías que a todos nos transportan, pero nadie lo mira, sólo el niño. Sus ojos y los del hombre, iluminan este espacio cerrado y claustrofóbico.

Todo se para, nos paramos. Nadie sale, nadie entra. Tan sólo la música atraviesa el enorme muro transparente que nos separa a todos. Advierto a unos metros a una mujer joven. Está de espaldas a mí. Sostiene un periódico en sus manos y un movimiento brusco hace que cambie de posición. Es entonces cuando puedo ver su rostro, marcado por profundas arrugas que reflejan, ahora sí, su verdadera edad.

Todo se para, nos paramos. De las páginas de mi libro, mis ojos se desvían a las páginas del libro del hombre que tengo a mi lado y comienzo a leer... "Empieza por una suerte de revelación. Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado, y luego ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder". La luz se apaga unos segundos, miro al techo y me quedo pensando. ¡Todo parece tan simple! Acaricio, una vez más, el cuaderno de pasta verde que siempre me acompaña e imagino palabras con las que henchir su blancura interior.

Todo se para, nos paramos. Salen todos. Miro a un lado y otro, pero no queda nadie. Se reanuda la marcha y un zumbido antes imperceptible se interna en mis oídos y se acurruca en ellos hasta desaparecer y convertirse en silencio. Siento angustia en este encierro solitario mientras que el olor húmedo de los túneles se hace cada vez más penetrante. Pienso en la noche que se acerca, en tus ojos entreabiertos, en tu respiración, en tu sangre. Pienso en tus manos, en tu luz, en tu grito.

Todo se para, mis pensamientos se paran. En los letreros de la estación descubro que ya he llegado. Pulso el botón que abre la puerta y me pierdo entre ríos de personas que caminan como autómatas en diferentes sentidos. Quiero salir de aquí, necesito respirar y sentir el universo ante mí. Corro por los pasillos y subo las escaleras de dos en dos. Salgo a la calle, despliego mis alas y percibo una voz que susurra... vuela.

A.J.R.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado. "Cuando sea mayor" quiero escribir así...

Anónimo dijo...

A mí lo que más me gusta es la repetición de la estructura "Todo se para, nos paramos", que inmagino alude a las paradas del tren. Está perfectamente descrita la sensación que se tiene, es que es eso: que todo se para y que tú te detienes, por unos instantes, con ello. Felicidades al autor.

Anónimo dijo...

Enhorabuena por la inauguración. ¡Que siga la racha!

Anónimo dijo...

Sentadita en el sillón de casa me llevaste en el metro contigo.
Muuuchos besos. Qué bonito está quedando!