sábado, 28 de abril de 2007

Un mundo sin sentido

¿Sabes quien ha muerto?
La misma pregunta repetida todos los domingos. Mientras yo fregaba los platos, ella en su butaca del salón repasaba las necrológicas del periódico local.
- No sé abuela, no tengo ni idea - respondía yo.
- ¡Vamos hija, trata de imaginar!
- Así, de esta forma, era como yo asesinaba a la mitad de los jubilados del barrio, tratando de imaginar…Los primeros en caer eran los vecinos de abajo, después los del equipo de petanca.
- ¿El señor Matías?- le decía armándome de paciencia
- ¡Qué barbaridad! hija mía, si solo lleva una semana en cama por culpa de una gripe.
Estúpida falsa moral la de mi abuela.
- Entonces… ¿quién?
- Pues aquel compañero tuyo del colegio.
Cerré el grifo para poder escuchar.
- Aquel chico de la papelería que...
- Martín, se llamaba Martín.
Sequé rápido los platos y simulando tener un compromiso salí a la calle.
Pedí prestado al portero el periódico y cuando encontré su nombre arranqué la página.
“Martín Romaña, fallecido a la edad de 36 años. Su padre les ruega un recuerdo en sus oraciones”.


En aquel instante vino a mí el olor a papel y a arcilla de la vieja papelería del Señor Martín a la salida del colegio. Aquella ligera capa de polvo que parecía cubrirlo todo y los cuadernos de caligrafía Rubio colocados en estanterías, desde el suelo hasta el techo, los conjuntos de escuadra y cartabón y la colección de Sandokan de E. Salgari y sobre todas las cosas… recordé el letrero de detrás del mostrador, nuestro trabajo de fin de curso de la clase de manualidades, una tela bordada a petipua, que Martín enmarcó con sumo cuidado para regalar a su padre.
“ La pulpería de Martín” – parecía decir.
Toda la clase se había reído de él cuando enseñó su trabajo acabado.
- ¡Pulpería!, has puesto pulpería- le dijeron
Pero Martín nos miró extrañado y muy serio contestó:
- Papelería, aquí pone papelería. No sé de que estáis hablando.

Eso mismo contestó su padre cuando mi madre sonrío al leer el letrero. Todavía me avergüenzo de ella en aquel día.

Cuando tiré del pomo de la puerta volvió el sonido de las campanillas, como habían hecho siempre. No había nadie. Hacía tiempo que el colegio había cerrado, nosotros fuimos la última promoción y estaba claro que el negocio había sufrido mucho desde entonces. De entonces habían pasado algo más de 15 años. Por lo demás la papelería estaba igual que siempre, los mismos libros colocados minuciosamente, el mismo aroma, las mismas estanterías medio polvorientas y detrás del mostrador allí seguía el letrero, desgastado por el paso del tiempo.

“La pulpería de Martín”

Se oyeron pasos que se acercaban desde la trastienda y de detrás de la cortinilla salió el Señor Martín, el padre de Martín con el pelo casi blanco y la mirada cansada.

- ¿Qué desea? - preguntó
- Vengo, vengo por Martín- dije yo- He visto el periódico y… bueno, no sé muy bien por qué estoy aquí.

De pronto comprendí, allí delante de su padre y del letrero de la clase de manualidades lo entendí todo.

- ¡Martín era disléxico!- exclamé
- Sí - dijo sorprendido su padre. Por eso siempre tuvo problemas al estudiar. Pensé que todos los chicos lo sabían. Él siempre se avergonzaba de ello. Nunca tuvo muchos amigos.
- Claro, no sé como no lo había pensado antes, pero es que nunca antes había pensado en Martín.
- No se preocupe, no creo que eso a él ya le importe.
- Lo siento, lo siento de veras. Todos nos hacemos mayores Señor Martín, y yo me he dado cuenta justo ahora.

Se hizo un silencio, luego comenzó a hablar:

Mi hijo nunca fue feliz, la vida no fue complaciente con él. Todo resultaba demasiado complicado, vivía en una lucha constante, no tuvo la fuerza suficiente para aguantarlo. No se lo reprocho, me ayudó hasta que ya no pudo más.

Hace unos meses Martín me pregunto que por qué vivir , yo no supe contestar. Vivir porque sí le dije, por los buenos momentos.

Pero si lo piensa señorita, los buenos momentos de cada uno son tan sólo pequeños detalles, cosas insignificantes para el resto de la gente. Como podía yo explicar a mi hijo , que vivo para escuchar el sonido de la calle en las mañanas de domingo. Como explicar que vivo, para sentarme en un banco y leer el periódico mientras el sol me hacen dormitar. Como explicar que merece la pena ver los males del mundo tan solo por disfrutar de mis mañanas de domingo. No es razonable pero es real, es totalmente ilógico, e inconsciente pero es el motor del mundo, lo que nos hace seguir y procrear.

En Martín los pequeños detalles no dejaban de ser eso, pequeños detalles y alrededor demasiadas tormentas. Es un mundo para estúpidos y egoístas. Martín no era ninguna de esas dos cosas. Siendo así , morir ¿por qué no?.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Os mando el link con la letra traducida de la canción que he subido junto al cuento. Mad world, tenías razón Silvia, es realmente preciosa.

http://cancionestraducidas.vivelaweb.com/4/madw.htm

Anónimo dijo...

He sido informada de que en vez de una canción os he enviado un perro.Miradlo con mucho amor, toda la mañanita para mandarlo.
Cuando se me pase el cabreo seguiré intentándolo, pero visto lo visto no prometo nada.
Me voy a por un poco de aire. Buen finde*

Anónimo dijo...

No dejas de sorprenderme....Cómo expresarlo?..ME ENCANTA.

Anónimo dijo...

Sencillamente genial !!

Anónimo dijo...

http://tetraedro.wordpress.com/2006/12/17/gary-jules-mad-world/
Aquí se puede escuchar la canción y ver un video muy curioso